El final de una vieja costumbre
El día de San Pedro de 1603 se produjo un notable cambio en los actos
que se acostumbraban celebrar en esas fiestas.
Por
antigua costumbre, el día de San Pedro, sobre las tres de la tarde, salía en
pasacalle por la villa una comitiva compuesta por más de veinte danzantes que,
al son de flauta y tamboril, acompañando a los
cofrades mareantes de la villa y a la Justicia y oficiales del Regimiento de
ella iban a la casa del mayordomo cesante, de donde sacaban el arca que contenía
las cuentas de la Cofradía de Mareantes de San Pedro. Unos cuantos jóvenes cargaban con el arca a hombros, en
ella se subía un hombre disfrazado de San Pedro y a los lados del arca se
colocaban otros dos hombres disfrazados representando a San Andrés y a San
Juan. De esta manera, danzando por las calles al son de flauta y tamboril y
tirando disparos de arcabuz, se dirigían hasta la vivienda del nuevo mayordomo
y en ella se dejaba el arca hasta el año siguiente. Estos
danzantes a los que se hace referencia eran vecinos de la anteiglesia de
Mendexa, a los que se elegía entre los marineros que trabajaban en las txalupas de Lekeitio.
En años anteriores a 1603, aparte
de la celebración anterior, llamémosla oficial, cuando el arca que
contenía las cuentas de la Cofradía de Mareantes se encontraba ya depositada en
la vivienda del nuevo mayordomo, el mismo día San Pedro, los mencionados danzantes y
disfrazados tenían por costumbre ir a la casa de Zubieta, acompañados de flauta
y tamboril, donde se les daba una merienda compuesta de abundante carnero, ocho
picheles de vino, gran cantidad de bizcochos y panes y otros regalos. A continuación, los danzantes acompañaban a los
señores de Zubieta hasta la iglesia de Santa María donde se celebraba la misa,
tras la cual, de la misma manera los danzantes acompañaban a los Adán de Yarza
hasta la casa de Zubieta.
Ni danzantes
ni disfrazados estaban obligados a acudir a parte alguna ni casa particular,
excepto que por su voluntad así lo quisieran hacer.
En este caso el enfrentamiento
con los Adán de Yarza se produjo a causa de que, a instancias del abogado Sebastián López del Puerto, se consiguió que una gran mayoría de vecinos, reunidos en la casa del
Concejo, acordasen por votación boicotear estas costumbres relacionadas con la
casa de Zubieta; dando fin de esta manera a la pleitesía que rendía el pueblo
llano al linaje más poderoso de la villa. Así, a partir de 1603, se dejó de
acudir a la merienda de Zubieta y se dejaron de realizar los mencionados
acompañamientos; cosa que causó el enojo de los señores de Zubieta. Enojo que
se tradujo en una denuncia contra la Cofradía de mareantes presentada ante el
Obispado de Calahorra.
El denunciante fue Martín de Lariz, vicario de Santa María de Lekeitio
y persona de la parcialidad de los Adán de Yarza, el cual, manifestando
defender los intereses de la Iglesia y del Obispado de Calahorra, denunció la
manera en que se disfrazaban los danzantes que interpretaban a los tres
apóstoles, aduciendo que hacían uso de ornamentos dedicados al culto divino en
una celebración profana. Ante tal denuncia, el fiscal general del Obispado de Calahorra, acusó
criminalmente a los mayordomos de la Cofradía; estos se
defendieron de tales acusaciones y recurrieron por lo civil al Juez Mayor de
Bizkaia y al Presidente y Oidores de la Chancillería de Valladolid, los cuales
dieron la razón a la Cofradía.
Durante las
fiestas de San Pedro de 1605 se produjo un duro enfrentamiento entre los
mareantes de la Cofradía de San Pedro y el señor Salazar, visitador del
Obispado de Calahorra que se encontraba en Lekeitio; enfrentamiento debido a
que los danzantes y disfrazados de apóstoles, habiendo sido requeridos para ir
con la danza a la casa de Zubieta, se negaron a ello. Postura que produjo el
enfado del visitador Salazar que, como castigo, prohibió la celebración de la
kaxarranka. La prohibición no tuvo efecto al ordenar Felipe III que se
respetara la costumbre de la procesión, por su antigüedad y debido a que no se
consideraba como profanación. Este enfrentamiento pone de manifiesto que, los
mareantes de la Cofradía de San Pedro, seguían manteniendo el boicot acordado
en 1603 contra los señores de Zubieta.
Iñaki
Madariaga Valle. 2014